Libros

Vestigios de la antigua California

Carlos Lazcano Sahagún

281 páginas | 2015
DETALLES DE Libros
Título: Vestigios de la antigua California
ISBN: 978-607-9314-68-2
Año: 2015
Edición: 1
Número de Páginas: 281
Detalles:

Realización de un sueño, evocación de múltiples vivencias, en casi cinco meses de recorrido a pie a lo largo de 2400 kilómetros, acercamiento profundo y amoroso a la península de California, esto y mucho más es lo que nos ofrece aquí Carlos Lazcano Sahagún. Bajacaliforniano nacido en Ensenada, hombre polifacético y decidido que sabe de geografía, historia, antropología, espeleología y geología, ha llevado a cabo una empresa difícil pero en extremo atractiva, la que describe en las páginas de éste su diario. Geografía de la esperanza han llamado algunos a la gran península de la California mexicana. Y lo es pero sólo ya en parte porque, como la describe Carlos Lazcano, está hoy vulnerada en muchos lugares. Así lo siente y lo expresa. Y en este sentido su diario es también voz de alarma y denuncia. Una muestra de ello es lo que nos dice acerca de los concheros que aún se hallan en varios lugares de la península. Varios proyectos de desarrollo urbano los han puesto en peligro de desaparecer. Y no debe olvidarse que los concheros son testimonio en extremo valioso de antiguos asentamientos indígenas. Pero a la par de sus palabras de alarma, Carlos nos trasmite su asombro ante las maravillas contempladas en una naturaleza henchida de contrastes y sorpresas. El recorrido en compañía de cuatro amigos, dos de los cuales pronto desertaron, lo inició en Cabo San Lucas Yenecamú. Con él, en cambio, siguieron hasta el fin Carlos Rangel y Alfonso Cardona. Hallándose en la playa que califica de “tan hermosa, la del fin de la tierra”, donde la California, o las Californias comienzan, la experiencia de los contrastes aflora ya en él. La edificación de un gran hotel impide el paso que comunica al mar de Cortés con el océano Pacífico. El crecimiento desmesurado y anárquico de Cabo San Lucas choca con el recuerdo de lo que, gracias a antiguos relatos, se sabe acerca de una ranchería de indios pericús que estuvo allí. Día a día registra Carlos los recorridos, indicando siempre con precisión el número de kilómetros andados y el tiempo en que se realizó la marcha. A mí, que he estado en muchos lugares de la península --aunque ni remotamente la he recorrido a pie--, las descripciones y vivencias que va registrando Carlos Lazcano en su diario, se me presentan como una secuencia de maravillas. En ella la naturaleza --playas, arroyos, planicies, desiertos, sierras, variadísima flora y fauna-- se entrelaza con los encuentros con seres humanos, rancheros y pescadores principalmente, gente sencilla y generosa, que ofrece y comparte lo que tiene, albergue, alimentos, noticias e información acerca de su terruño. Siete fueron las etapas del recorrido realizado con el patrocinio de la revista México desconocido. Como lo hará en muchos lugares del diario, al hablar de cada una de esas etapas, recuerda al principio que, entre los primeros testimonios acerca de la región de Cabo San Lucas, están los derivados del viaje de Francisco de Ulloa, enviado por Hernán Cortés. Siguiendo esta forma de proceder --que es evocar antiguos testimonios-- contrastándolos con lo que él y sus compañeros recorren y contemplan, Carlos cita los relatos, diarios y otros escritos de los jesuitas Clemente Guillén, Jaime Bravo, Juan de Ugarte, Francisco María Píccolo, Fernando Consag y Wenceslao Linck, de los franciscanos Juan Crespi y Junípero Serra, así como del capitán Esteban Rodríguez Lorenzo y del almirante Isidro de Atondo y Antillón. También recuerda a Fernando Jordán, autor de un hermoso libro, El otro México, biografía de Baja California y a otros que, en diversos momentos, estuvieron en varios lugares de la península. En la primera etapa, de Cabo San Lucas a la Paz, en el escenario geográfico ya se torna presente la historia. Hernán Cortés estuvo en La Paz y desde ahí envió a varios de sus hombres a explorar los alrededores. De los indios pericús que habitaban la región quedan dos formas de recuerdo: lo que expresaron en una probanza algunos de los españoles y los hallazgos de instrumentos líticos hechura de esos indios. Carlos y sus compañeros llevaron consigo un vehículo al que llamaron “la mula” porque servía para cargar el equipo reducido a lo estrictamente necesario. El vehículo quedó al cuidado de uno de los participantes, casi siempre de Alfonso Cardona, en tanto que los otros dos marchan a pie. En todas las etapas del recorrido, el diario recoge, además de vivencias y testimonios, asimismo reflexiones valiosas sobre la historia y los mensajes implícitos de lo que se fue contemplando. Si, según se dice, “la convivencia puede acabar con la convivencia”, Carlos recuerda que él y sus compañeros tuvieron en ocasiones diferencias de opinión y aún contradicciones. Muy pertinentes son las referencias que hace a encuentros con estadounidenses, algunos de ellos predicadores de varias sectas religiosas. Y, hoy puede añadirse que, si hace veinte años, cuando Carlos y sus compañeros recorrieron la península, la presencia de los que llama “gringos” mucho se dejaba sentir, hoy es más grande aún y no siempre deseable. Unos se han adueñado de muchos lugares, sobre todo cerca de las costas, otros llegan en sus poderosos vehículos y dejan como recuerdo daños a la naturaleza y, lo que no hacen en su país, asimismo basura. Imposible es valorar cabalmente en un prólogo todo lo que aporta este diario. Hay en él descripciones magníficas de la naturaleza como ella se muestra a lo largo del viaje. Hay también evocación de anécdotas, conversaciones con la gente sencilla que encuentran y, sobre todo, el relato reboza del gusto muy grande de estar en contacto con mucho de lo que da ser a la California mexicana. Concluiré invitando a leer esta aportación que da hondo testimonio de ese “otro México”, hoy ya menos olvidado por nosotros pero que no sólo debemos conservar y proteger sino también amar como un gran jirón de nuestro país, avanzada septentrional con más de tres mil kilómetros de costas y recursos más grandes de lo que generalmente se piensa. Cabe recordar aquí a Francisco Xavier Clavijero que escribió acerca de la historia de esta península y, al hablar de sus mares, expresó que eran minas marítimas por sus grandes recursos piscícolas. Vestigios de la antigua California –como ha titulado Carlos Lazcano a su diario– “siguiendo sus primeras rutas terrestres de exploración y registro”, es una obra que deja valiosos testimonios del gozo y disfrute de una tierra cuyo solo nombre ha sido y sigue siendo imán de atracción. Tenemos aquí un gran retrato o, mejor secuencia de imágenes que se tornan vivas en torno a una geografía visitada a pie, tal como ella estaba hace veinte años. ¿Habrá otros que imiten o secunden la empresa de la que se ha derivado este libro? Si hay quienes se animen a esto, tendremos la feliz ocurrencia de que, una vez más, se tomará el pulso a la California mexicana. La secuencia abarcará los recorridos de sus primeros pobladores, los pericús, guaycuras y cochimís; después la de los navegantes y exploradores. A ella se suman los ires y venires de jesuitas, franciscanos y dominicos. Más tarde los de quienes han gobernado la península en los siglos XIX y XX y de las gentes que han dado vida a sus ciudades y otros centros de población. Y también está el libro acerca de la expedición de reconocimiento llevada a cabo por Fernando Jordán en 1950. La más reciente, huelga decirlo, es la de Carlos Lazcano Sahagún y sus compañeros hace veinte años. Suma impresionante de relatos es ésta. En ella la geografía de la península, difícil de penetrar, aparece como escenario de fascinantes aconteceres en el tiempo. Todo ocurre en una tierra circundada por el mar con no pocas huellas de la presencia humana: sus petroglifos, pinturas rupestres, misiones y pujantes centros urbanos en los que viven millones de mexicanos. Esta es la California que Carlos ha vuelto a recorrer y de la que tantas maravillas evoca en su diario.


PalabrasClave: VESTIGIOS,
Número de Ejemplares: 1000
Autor: Carlos Lazcano Sahagún
Editoriales: Archivo Histórico Pablo L. Martínez
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