Elizabeth Acosta Mendía
EN LA PRIMERA MITAD DEL siglo xix se dio una discusión entre los pensadores económicos sobre cuánta libertad o protección comercial debía ofrecer el soberano, el Parlamento o el gobernante en turno para que su Estado-Nación afrontara el progreso y los retos del intercambio en sus fronteras y allende los mares. Una de las respuestas más acabadas vino del político germano Friedrich List (1789-1846), postulante de la introducción del ferrocarril para abaratar costos y reducir el hambre y la escasez. Para el teórico, la “madurez” económica de una nación podía alcanzarse mientras se respetaran las etapas históricas del desarrollo; a saber: 1) bárbara, 2) pastoril, 3) agrícola, 4) agrícola y manufacturera, 5) agrícola, manufacturera y comercial. Las tres primeras fases se completaban de manera ágil si se adaptaba el liberalismo (laissez faire); las últimas dos requerían la protección económica del poder político a fin de alcanzar la madurez de la industria y sostenerla en el largo plazo. En caso contrario se corría el riesgo de que un imperio o la nación hegemónica en turno acabaran con los retoños de la industria naciente. Por esto, la protección económica estaba justificada y los ejemplos que proporcionaba la Historia demostraban que aquella “es el único camino que se le ofrece a una Nación emergente para consolidarse” en el futuro.
List emigró a Estados Unidos y durante un buen tiempo mantuvo un debate teórico con Karl Marx, contribuyendo ambos a una discusión que continuaría viva con el correr del tiempo tanto en Europa como en el continente americano. Cuando México perdió la guerra contra Estados Unidos, vio mermado su territo- , vio mermado su territorio y buena parte de los circuitos comerciales que habían prefigurado tanto los pueblos originarios, como los criollos y mestizos. Los pensadores de la época se preguntaron: ¿Qué hacer con la economía nacional y aquellas regiones desestructuradas después de 1848? Por ejemplo, las Californias: ¿Cuál era la mejor opción para incentivar su desarrollo, proteger o liberalizar? No hacía muchos años, Lucas Alamán había propuesto industrializar el país protegiendo a la industria naciente y Esteban de Antuñano propuso el liberalismo bajo la égida del gobierno nacional. Mientras, los liberales de la revuelta de Ayutla argumentaron que no se podía tener un país integrado sin sumar a las antiguas provincias y los territorios al progreso de México. ¿Bajo qué modelo? El Porfiriato mostró que el liberalismo y las zonas libres reguladas eran una opción para mantener el control político y el desempeño económico, pero sin transportes y comunicaciones adecuadas ¿cómo integrar a los territorios federales o a la penín- ¿cómo integrar a los territorios federales o a la penín- cómo integrar a los territorios federales o a la península de Baja California, que se habían sumado al capitalismo mundial junto con el resto del país? La Revolución Mexicana evidenció que aquellas regiones del país con mayor integración comercial fueron más fáciles de dominar por los ejércitos y, paradójicamente, altamente propensas a la reconstrucción de sus sectores económicos. En cambio, las franjas y espacios que experimentaron menos años de violencia armada quedaron aisladas hasta muy avanzada la década de los treintas. ¿Cómo integrarlas al macizo continental o a la dinámica económica del país? Una respuesta certera de los estadistas del momento fue darle cierta autonomía a territorios y entidades fronterizas retomando las zonas y perímetros libres, a fin de avituallar los poblados colindantes con el vecino país del norte o alejados geográficamente de los centros industriales del país. Ofrecer una política arancelaria y fiscal menos rigurosa reanimó a los viejos poblados del tardío siglo xix, como Tijuana y Paso del Norte (Ciudad Juárez), además de los municipios y las nuevas ciudades que fundaron los expatriados y movilizados por la Revolución, los perseguidos por diversas causas —japoneses, chinos, italianos, alemanes o los ex-cristeros y sinarquistas— y los braceros del periodo de entreguerras que esperaron una nueva oportunidad para cruzar a Estados Unidos, o aquellos que decidieron establecerse de manera definitiva a lo largo de la frontera norte o los puertos en desarrollo como La Paz y Puerto Peñasco. Historia económica y desarrollo de la Zona Libre en la península de Baja California es una obra que aborda aquel proceso de beneficios públicos con sentido nacional, un recuento bien documentado de la conjugación entre libre cambio y protección, así como el devenir del noroeste mexicano del siglo xx, Sonora y la península de Baja California, pero particularmente el Territorio y luego entidad federativa de Baja California Sur. La autora de esta obra — inquieta investigadora y exitosa promotora de la historia regional— articula la política económica instrumentada durante los gobiernos progresistas, desarrollistas y populistas en México, para perfilar el progreso de la región en estudio, así como explicar las razones del despegue y del mismo declive o crisis en que se sumió Baja California Sur al suspenderse los privilegios arancelarios y comerciales.
