Francisco Careaga Domínguez
¿Cómo contar una historia, porción casi inédita, de la educación en la península de Baja California y por lo mismo pocas veces narrada? ¿Cuáles son las motivaciones de un profesor normalista –que no historiador– para iniciar y desarrollar narrativas de la historia de la educación sudpeninsular bajo propia mirada y quizá con base metodológica exigua? ¿Sólo va en búsqueda de la línea generatriz de su identidad profesional? ¿Cuál pudiera ser el impacto de tal esfuerzo de indagación en archivos, la biblioteca y el gabinete de estudio, para la educación histórica?
En principio permítaseme citar a Ignacio del Río (2013), reconocido historiador del enfoque regional en la investigación histórica sobre México, quien dice: “El hombre se define como un ente histórico, como un ser en el tiempo, el único ser en el planeta con conciencia plena y clara de que su ser se va dando en el tiempo”. Por otra parte Garza, G. Silvia cita en Subirats, E. (2015) al filósofo Immanuel Kant, uno de los pensadores más influyentes de la filosofía actual, que escribió: “no se aprende filosofía, se aprende a filosofar”, “No se deben enseñar pensamientos, sino enseñar a pensar”. Ambas citas en este caso pudieran complementarse y sintetizarse en: “No hay que enseñar historia, antes hay que aprender a ‘historizar’”.
Así, con plena conciencia histórica de aprender a ‘historizar’ y luego enseñar –el profesor normalista– se embarca en la excitante aventura de asomarse con pasión a las fuentes históricas primarias y secundarias relativas a los primeros intentos esporádicos por establecer escuelas de primeras letras en el Territorio de la Baja California, en un acotado periodo justo después de la consumación de la Independencia y la República restaurada.
Como resultado de este propósito de indagación empírica e interpretación nace Las escuelas de primeras letras en la Baja California (1821-1875), obra que viene a llenar un vacío de conocimiento histórico referido al contexto sociohistórico educativo, pues la interpretación de las evidencias educativas deriva en una narración prolija en detalles políticos, económicos y sociales en un tiempo de vida sudpeninsular de 50 años, nos referimos a los años posteriores a la Guerra de Independencia, de la restauración de la República a mediados del siglo XIX periodo en que México estuvo sacudido por guerras civiles, invasiones, movimientos revolucionarios, entre otras calamidades pero; sobre todo, complementa magistralmente el trabajo histórico de amplio aliento Historia de la educación en Baja California Sur desde la Colonia al siglo XIX, de Gilberto Ibarra Rivera (1993).
Sin lugar a duda la aparición de Las escuelas de primeras letras en la Baja California (1821 -1875), viene a enriquecer la bibliografía sobre la historia de la educación en Baja California Sur, proceso en continuo flujo y pendiente de escribirse, por cierto. De igual manera fortalece a la educación histórica, particularmente, en la educación básica de nuestra patria chica y más allá de sus fronteras.
Cabe recordar que, en el caso de México, la historia ha ocupado un lugar estratégico en los momentos de fundación del Estado mexicano o en las coyunturas en las que éste estuvo en riesgo (periodo comprendido en este libro de Careaga Domínguez), en cambio en los períodos de paz relativa, la historia pareció perder importancia e incluso fue borrada de los programas oficiales. Hablemos de los años setenta cuando, a raíz de la Reforma Educativa, la asignatura de la historia fue “incluida” en el área de “ciencias sociales” reapareciendo hasta 1994.
Al respecto Arteaga y Camargo (2005)4 opinan: “su inclusión y exclusión de los planes de estudio de la educación básica ha generado acalorados debates públicos, pero en todos los casos en los que hemos podido documentarlos, éstos se han centrado en los contenidos y en la enseñanza. Sólo en la reforma Integral de la Educación Básica iniciada en 2000, aparecen referencias explícitas al trabajo con fuentes primarias y al manejo de algunas categorías disciplinares, como elementos centrales para el aprendizaje de los contenidos curriculares de la asignatura”
Finalmente, déjenme parafrasear a Ignacio del Río (2013).5 Los hombres nos vamos transformando al paso del tiempo; como en la fluvial metáfora de Heráclito, somos los mismos y a la vez diferentes de nuestros ancestros. El profesor Careaga con su obra nos invita a conocer el inicio del proceso educativo en la entidad, para conocer al “otro” y comprenderlo, que es una forma de ver en ese otro algo de sí mismo, algo de lo que uno mismo es en tanto ente social. Vale la afirmación de que la historia es “la ciencia del hombre social en la permanencia y el cambio”. Enhorabuena por la publicación de Las escuelas de primeras letras en la Baja California (1821 -1875).